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Idus de marzo: tres poemas históricos de Cavafis

Constandinos Petros Cavafis (Alejandría, 1863-1933) es uno de los poetas griegos más importantes y reconocidos, desde la Grecia helenística hasta hoy, y uno de los poetas del siglo XX más influyentes en la poesía occidental. En su obra predominan el erotismo y la historia grecolatina, sobre todo la del Imperio bizantino. En esta entrada reproducimos tres de sus poemas basados en épocas y episodios históricos, en la intachable traducción de Ramón Irigoyen.


Idus de marzo


Ten miedo a las grandezas, alma mía.

Y si tus ambiciones no las puedes

vencer, persíguelas con precauciones,

vacilante. Y cuanto más avances,

sé más escrutadora y vigilante.

Y cuando, al fin, alcances tu apogeo, César,

y adquieras la figura de hombre egregio,

vigila sobre todo entonces, al salir a la calle,

dominador insigne en tu cortejo,

si por azar de entre la multitud se te acerca

un Artemidoro, que trae una carta,

y dice apresuradamente: «Lee ahora mismo esto,

son asuntos muy graves que te atañen»,

no dejes de pararte, no dejes de aplazar

ocupaciones y entrevistas, ni de apartar

a esos que al saludarte se prosternan

(los ves más tarde); que incluso espere

el mismísimo Senado. Y, al punto, entérate

del importante escrito de Artemidoro.


El plazo de Nerón


No se inquietó Nerón cuando escuchó

la predicción del Oráculo de Delfos.

«Que tema los setenta y tres años.»

Tenía tiempo para gozar aún.

Treinta años tiene. Muy suficiente

es el plazo que el dios le da

para velar por futuros peligros.

Ahora a Roma regresará un poco cansado,

pero deliciosamente cansado de este viaje,

que ha sido pleno de días de placer —

en los teatros, en los jardines, en los gimnasios…

Y las tardes de las ciudades de Acaya…

Ah, el placer de los cuerpos desnudos, sobre todo…

Así piensa Nerón. Y en Hispania Galba

en secreto reúne su ejército y lo adiestra,

un anciano de setenta y tres años.


En una gran colonia griega, 200 a.C.


Que las cosas no van como es de desear en la Colonia

no cabe la más mínima duda,

y aunque, a pesar de todo, poco a poco salimos adelante,

acaso, como piensan no pocos, ha llegado el momento

de traer un Reformador Político.

Pero el obstáculo y la dificultad

es que los Reformadores

estos convierten cada asunto en una gran

historia. (¡Qué felicidad si nunca

nadie los necesitara!) Para todo,

por lo más mínimo preguntan e investigan,

y pronto en su cerebro se plantean reformas radicales,

con la exigencia de que se ejecuten sin demora.

Tienen también cierta tendencia a los sacrificios.

Renunciad a esa posesión vuestra;

vuestra ocupación es insegura:

posesiones así perjudican precisamente a las Colonias.

Prescindid de esa renta,

y de aquella otra conectada con él,

y de esa tercera: como una consecuencia natural;

son esenciales, pero —¿qué hacer?—

os crean una responsabilidad perjudicial.

Y cuanto más en su control avanzan,

encuentran y encuentran cosas superfluas, y tratan de acabar con ellas;

cosas que sin embargo es muy difícil abolir.

Y cuando, por fortuna, acaban su trabajo,

tras limitar y recortar todo al detalle,

se marchan, llevándose también su justo sueldo:

veamos entonces lo que queda tras

tamaña pericia quirúrgica.

Acaso no ha llegado aún el momento.

No nos apresuremos; la prisa es cosa peligrosa.

Medidas prematuras traen arrepentimientos.

La Colonia, sin duda y por desgracia, tiene muchos absurdos.

Pero ¿hay algo humano que no sea imperfecto?

Al fin y al cabo, mirad, salimos adelante.


Tomados de C. P. Cavafis, Poemas (Introducción, traducción y notas de Ramón Irigoyen), Penguin Random House, 2016.

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