Aprendemos el agua de la sed
y de la travesía de los mares la tierra,
el arrebato de la angustia
y la paz del recuento de batallas,
el amor de su hueco memorioso,
de la nieve los pájaros.
Sobreviví la noche de algún modo secreto
y entro en el día.
Le basta al que está a salvo saber que fue salvado
aunque no sepa el cómo.
Tomo, pues, mi lugar entre los vivos,
como quien deja que lo lleven,
candidata al azar de la mañana
pero citada con los muertos.
Para llevarnos a lejanas tierras
un libro es la mejor fragata
y el mejor corcel una página
de saltarina poesía.
El más pobre puede hacer este viaje
sin peaje opresor.
¡Qué frugal la carroza
que lleva al alma!
Versiones de José Manuel Arango
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