
Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), escritor y periodista español, revolucionó la literatura con la invención de las greguerías: una forma literaria que combina metáfora y humor en frases breves cargadas de ingenio. Considerado precursor del surrealismo en España, Ramón empleó sus greguerías para ofrecer una visión original y lírica de la realidad.
Publicadas por primera vez en 1910, las Greguerías transformaron lo cotidiano en arte mediante asociaciones inesperadas y un humor profundo. Estas «piruetas conceptuales» abarcan desde lo filosófico hasta lo humorístico, siempre con un trasfondo de crítica social y poética. Ramón consolidó este género como una expresión moderna de la realidad, dejando una obra que influiría en movimientos artísticos y generaciones posteriores.
Su legado, que incluye más de cien libros, continúa siendo fuente de asombro y estudio, especialmente en una época en que la rapidez y la fragmentación de sus frases encuentran ecos en la comunicación digital contemporánea.
A continuación compartimos 25 de sus greguerías, quizás algunas de las menos difundidas en la web:
El polvo está lleno de viejos y olvidados estornudos.
La lagartija es la rendija verde de la tapia.
Las costillas del esqueleto son como una jaula rota de la que se ha escapado el pájaro.
El pez: alfiletero de espinas.
La luna está llena de catedrales heladas.
Los senos de la bella están llenos de mariposas de besos.
La muerte es hereditaria.
El viento es torpe: no sabe cerrar una puerta.
La reja es el teléfono de más corto hilo para hablar de amor.
Los garajes son los museos del crimen no sucedido.
Nada más lleno de ausencia que un estadio vacío.
Se miraron de ventanilla a ventanilla en dos trenes en direcciones opuestas, pero el amor hizo que los trenes corrieran juntos.
Un delfín levanta la colcha del mar con su pie.
El ruido del tranvía raya el cristal de la noche.
Las bombillas amarillas dan a las calles provinciales una pena desgarradora.
El portero de fútbol parece un perro que roe el hueso de la impaciencia.
La luna sueña que es la luna.
Los podadores cantan, pero el cantar humano es más triste que el de cualquier pájaro.
En las caracolas queda rizada una ola: un rizo del mar cuando era niño.
La calavera es un trabajo de mampostería.
El hambre del hambriento no tiene “h”.
Las estrellas: candiles de los siglos.
Cuando el viejo lee con lupa, las letras vuelven a ser del tamaño de los catones de su infancia.
El verano de Castilla necesita leones en libertad.
El cisne mete la cabeza bajo el agua para ver si hay ladrones bajo la cama.
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